“Debemos defender a nuestra lengua como lugar de creación”
Luis Alberto Quevedo y Albino Rubim analizan a la comunicación en sus dimensiones más relevantes: como lenguaje y como interacción humana cargada de significación, símbolos y mensajes que construye identidad y entrelaza lo social
La comunicación es el mayor agente de la globalización cultural, sostienen ambos cientistas sociales
La comunicación es el mayor agente de la globalización cultural, sostienen ambos cientistas sociales
Luis Alberto Quevedo, sociólogo, director del Programa Comunicación de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y profesor de la Universidad de Buenos Aires y Albino Rubim, doctor en Ciencias Sociales, Profesor del Programa Multidisciplinario de Posgrado en Cultura y Sociedad en la Universidad Federal de Bahía, Brasil reunidos por la revista Pensar Iberoamérica -de la Organización de Estados Iberoamericanos- analizaron las dos perspectivas desde las que se puede abordar la comunicación.
Una, como lenguaje, y la otra, como la interacción humana que, cargada de significación de símbolos y mensajes, construye identidad y entrelaza lo social. También, sus miradas se posaron en la influencia de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC), en las formas actuales de vincularse y como intervienen en la producción cultural y en la construcción de identidades.
El diálogo transitó por los complejos senderos de la crisis económica mundial y cómo su impacto en América Latina afectó a la expectativas de desarrollo en las áreas de cultura y comunicación, pasando por la expansión de Internet, la digitalización y la concentración y monopolización de medios para concluir con una reflexión sobre los avances tecnológicos en las comunicaciones y cómo influyen en la cultura, las relaciones sociales y las formas de organización política actual.
Con relación a la necesidad de defender nuestra lengua Albino Rubim expresó: “La lengua es una de las mayores riquezas culturales de un pueblo y de una nación. Iberoamérica se conforma basándose en dos lenguas, el español y el portugués, aunque otras puedan participar de este universo cultural como, por ejemplo, el gallego u otras”. Quevedo agregó: “Justamente allí se inscribe nuestra historia, se crean y recrean nuestras pasiones, nuestra identidad, nuestras tradiciones y nuestros sueños. Porque la lengua no es un “medio de comunicación”, sino que es la carne misma de lo que somos, tenemos que defenderla. Pero no como un objeto sagrado y esencial que encerraremos en un museo, sino que debemos defenderla como nuestra morada, nuestro lugar de creación y de conflictos”.
“La lengua –apuntó Rubim- es un factor esencial de la identidad cultural. En ella, como dice Luis, están condensados modos de ver, sentimientos, emociones, idearios, valores: en fin, concepciones del mundo. Ella es uno de los patrimonios culturales más vitales de un pueblo y como dije antes, la diversidad lingüística enriquece toda la humanidad. Considero también que las sociedades iberoamericanas no han tenido políticas vigorosas de valorización de sus lenguas, aunque este proceso, en la mayor parte de nuestros países, es muy incipiente”.
Con la revolución tecnológica de las últimas décadas se ha incorporado una masa importante de vocablos sajones al lenguaje cotidiano. Indagados acerca de si esa incorporación pone en peligro, si es que así sucede, nuestros rasgos identitarios Rubim explicó: “En un mundo cada vez más conectado es difícil que no haya intercambios en la cultura. La cultura siempre fue y cada vez más va a ser intercambio. Esto me parece inevitable. La lengua es uno de los datos culturales más esenciales, por lo tanto, también ella es intercambio. El problema existe cuando el campo de fuerzas entre las sociedades es fundamentalmente tan desigual, como hoy que, en lugar de intercambios, tenemos un flujo desigual e impositivo casi en un único sentido”.
Por su parte, Quevedo agregó: “Ese intercambio del que habla Albino nos muestra un territorio vivo y que se recrea de manera permanente en la historia. Por eso, la adquisición —y la exportación— de vocablos es la dinámica misma de la lengua. Claro está que nuestras identidades se constituyen en el lenguaje y en nuestra práctica cultural e histórica. Pero tampoco nuestras identidades son estáticas ni definitivas, son territorios en construcción que se reescriben de manera permanente. Y subsistirán, siempre y cuando sepamos defender nuestra cultura”.
A la hora de definir a la comunicación Rubim expresó su perspectiva: “Creo que la comunicación es un fenómeno amplio que trasciende toda la sociedad humana. En sociedades más complejas se crean otras modalidades de comunicación, como la que se desarrolla a través de los medios sociotecnológicos. Para algunos, incluso en Brasil, la disciplina Comunicación tenía como objeto la comunicación de medios. Habría, por lo tanto, una disciplina específica llamada Comunicación. No creo que esta visión sea correcta, puesto que ella empobrece el objeto y dificulta una mirada más compleja de las redes de comunicación que hoy modelan la sociedad actual, incluso olvida las ricas conexiones existentes entre ellas y quedan desconocidas”.
En cuanto al valor de la comunicación en los proyectos culturales Rubim expresó que “la comunicación y la cultura son campos fuertemente entrelazados. No es posible hablar de un proyecto cultural que no esté asociado con la comunicación. En una sociedad de la comunicación, como la actual, esta conexión se torna más acentuada. Para Quevedo “éste es un desafío esencial para los proyectos culturales: comprender que la dimensión comunicativa está presente desde el inicio mismo de la planificación y que tiene sus reglas y sus desafíos que reclaman una intervención profesional específica. Y también es un punto de encuentro ineludible en el campo profesional: gestores culturales y comunicadores tienen que trabajar cada vez más juntos. Quienes piensan o planifican o establecen estrategias culturales deben recurrir a la comunicación, y los expertos en comunicación están cada vez más obligados a pensar en las instituciones de la cultura y en los proyectos culturales como un terreno específico de su profesión, que también requiere investigación y un pensamiento propio”.
“Gran parte de los procesos de globalización son comunicacionales”, expresó Quevedo. “Diría más, no hay globalización sin una revolución en las comunicaciones y un cambio de paradigma en las tecnologías de la comunicación. El mundo ha vivido, desde el Renacimiento, muchas “globalizaciones” y siempre los medios y las tecnologías de la comunicación estuvieron en primer plano. El problema es que en los últimos treinta años de nuestra historia hemos vivido una revolución tecnológica que, más que nunca, está asociada al impacto que han producido las tecnologías de la información y las comunicaciones TIC en la industria, las empresas, la política, la educación, las instituciones públicas, el mundo de la guerra y las experiencias de la vida cotidiana de los ciudadanos”.
Rubim concluyó: “Sin duda, entre los componentes del proceso de globalización, uno de los más efectivos es la comunicación. Al conformar redes que vehiculizan flujos de informaciones económicas, políticas y culturales y de obras artísticas y científicas, la comunicación hace posible el intercambio global en diferentes constelaciones. Hoy, por la vía de las industrias culturales audiovisuales, la comunicación es el mayor agente de la globalización cultural. Así, al mismo tiempo, para mal o para bien, la comunicación es agente y soporte de la globalización”.
Fuente: Revista Pensar Iberoamérica
extaído de http://www.rosario3.com/educacion/noticias.aspx?idNot=44926
lunes, 27 de abril de 2009
“Debemos defender a nuestra lengua como lugar de creación” : Luis Alberto Quevedo y Albino Rubim
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